Día quince: Casualidad

Nunca supo donde vivía yo.
No le dije,
no preguntó.
El martillazo talvez
fue una calle arriba.
Al ruido en el portón
asomé medio ojo
por la cortina.
La sangre en su mirada
me dijo que ya no veía,
pero talvez sí.
Por eso saqué la cara
antes de volver a mi café.
Que me viera.

Con razón el balazo
sonó a carcajada.

Día catorce: Metamorfosis

En ese instante
cuando todo se detiene
el movimiento
me penetra y sale
despacio
por cada poro
como miel chorreando
de una celda de cartón.
En ese instante,
¿qué soy?
Una mancha en el aire,
una partícula de voz,
una música nueva,
la única espectadora
en el debut
de mi piel.

Día trece: Ironía

Esa música

que en calidad de pirata

vos me regalaste

es la única capaz
de sacarme tu ritmo
de los dedos.

Día doce: Pasadizos

Ya no recuerdo los nombres que escogimos,
¿los recordás vos?
Recuerdo cuartos:
los cuartos de mis padres,
los cuartos de mis hermanos,
el cuarto del perro
pero no tu nombre
o el mío.
¿Ha pasado tanto tiempo?
Es posible,
me ha crecido mucho el pelo.
No importa.
Si me encierran acá
esperame donde siempre
mientras yo cavo un túnel
desde mi ventana
hasta vos.
Si el camino no te encuentra,
venís,
te escurrís por el tragaluz.
Yo te estaré esperando
con la cara entre las rodillas,
en el centro de la sala,
masticando un par de nombres nuevos.

Día once: Mis vecinos

¿Qué saben de mí?
Que en vez de hablar
escribo.
Que me voy del mundo
cada tarde,
a vista y paciencia de todos,
debajo de un cedro
con un cuaderno,
con una pluma.
Que se rumora
que soy suicida,
que se me ve en la cara
y que un día no volveré.
¿Qué sé yo de ellos?
Que por el café negro
y el pedazo de pan dulce,
aunque mi alma sea
material de desperdicio,
probablemente ninguno
faltará a mi funeral.

Día diez: Invitación

Desde mi acera en desnivel
veo tu paño amarillo
salido un cuarto
por la ventana.
Se une al viento,
pienso que me hace burla
su única mano
que me invita a subir,
a cruzar una puerta
cerrada hace meses
por una desviación
de tu ciclo lunar.

Día nueve: Regreso

Bienvenido silencio
a la sopa de mis letras.
Bienvenido,
te esperaba.
Me has puesto en mi lugar.
Ahí donde a la gata
siquiera se acerca
a mi falda.
Bienvenido
fantasma compañero
a esta burbuja
donde las palabras
nos han abandonado.

Día ocho: Envidia

Quién tuviera la desfachatez de la flor,
pécora impúdica
que al primer avisto de un sol
desguaza su sexo
en franca invitación
a ser penetrada.

Día siete: Marie Antoinette

Rueda solitaria,
ojos como heridas
pestañeantes.
Rueda obtusa,
opulenta,
soberbia aún
diez segundos después.
Rueda riéndose
al pie del cadalso
mi cabeza.